miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Maviri: lo que pudo ser y no fue


La polémica y frustrada venta de la isla a los extranjeros


Luis Fernando López Parra

La isla de El Maviri es un paraíso de 65 hectáreas de playas casi vírgenes, donde todavía los pelícanos se pasean confiados entre la gente y el pescado fresco sale de la bahía.
El pescado zarandeado, orgullo culinario de El Maviri, y los atardeceres junto al mar aún son disfrutados por la gente de Los Mochis, que cada fin de semana recorre los 30 kilómetros que separan la playa de la ciudad.
La isla, que estuvo a punto de convertirse en un complejo turístico de "primer mundo" en el 2001, con un polémico proyecto de privatización que finalmente se vio frustrado, es visitada hoy por todo tipo de pobladores, sean ricos o pobres.
Es una franja larga y angosta, que se extiende en un horizonte sin fin. Todo es playa. De un lado hay bahía. Del otro, mar abierto.
Para llegar está el camino que se construyó con la tierra que le sacaron al mar, cuando el Gobernador Francisco Labastida quiso convertir Topolobampo en el primer centro portuario del país.
El Maviri -llamada así por los lugareños, aunque su nombre real, mayo, sea Baviri (lugar de ánimas)- es algo así como la tierra prometida para los pobladores de Ahome y sus alrededores.
Cada fin de semana, unos seis mil lugareños recorren los 30 kilómetros que separan la playa del quemante asfalto de la ciudad.
Aquí nadan, se asolean, disfrutan de mariscos frescos del Pacífico y del famosísimo pescado zarandeado, cuya receta, presumen, no puede igualarse ni siquiera en otros lugares de Sinaloa.
Ya por las tardes, los visitantes aparcan en el camino, justo en la curva donde está el "santuario" (así le dicen) de los murciélagos. Es un espectáculo. Apenas anochece y de la cueva gigante salen millares de oscuros animalitos, legendarios inspiradores de historias terroríficas.
Esas imágenes, empero, estuvieron a punto de ser parte de la historia, cuando se puso en venta una parte de la isla a inversionistas extranjeros, que veían en este paraíso un exitoso complejo turístico de corte internacional.
Como Rosa Mar se le conoció al proyecto que no logró ponerse en marcha. Aunque nunca se presentó oficialmente, se hablaba de una inversión de 200 millones de dólares para la construcción de dos hoteles, una zona habitacional y un campo de golf de 18 hoyos.
Lo único concreto era la carta-compromiso de venta, en la que los inversionistas ofrecieron al Ayuntamiento un pago inicial de 7.5 millones de dólares para la introducción de los servicios.
La polémica provocada por las irregularidades jurídicas en la venta y las inminentes campañas electorales de noviembre de 2001 provocaron que se suspendiera el proceso.
Pero los opositores a la venta no se la creyeron, ya que el proyecto no era mal visto por el Gobierno estatal y contaba con el aval del Gobierno municipal, encabezado por Esteban Valenzuela García, y de un sector del PAN, que representaba entonces la oposición más fuerte a nivel local.

Pretendían vender en greña

En octubre de 1996, durante la administración del panista Francisco López Brito, el Consejo Municipal de Desarrollo Urbano y Ecología elaboró un proyecto de desarrollo que el 28 de enero de 1997 fue aprobado por el Cabildo.
El Plan Regional Turístico de la Isla Maviri, publicado el 11 de abril de ese año, establecía que el Ayuntamiento será el responsable de planear, regular y administrar las reservas territoriales. Es decir, es el único responsable de su fraccionamiento.
El decreto señalaba además que de las 65 hectáreas que tiene la isla, 18 serían destinadas a la inversión privada local o extranjera, que sería susceptible de venta o concesión a particulares hasta por 20 años, 15 a la zona habitacional y las 32 restantes quedarían como áreas de servicios, para apoyo turístico y espacios abiertos.

La idea no era nueva

La desincorporación de la isla como zona federal marítima terrestre para destinarla a un proyecto de urbanización y desarrollo turístico se remonta a octubre de 1970, cuando fue decretada la expropiación de los terrenos de la isla por causa de utilidad pública.
Los restaurantes se instalaron a principios de los ochenta. En 1997, según el último censo levantado por la Semarnap, había 13 concesionarios que cumplían con el pago por uso y aprovechamiento de la zona federal.
El único antecedente de un proyecto turístico en la isla fue el que promovieron a principios de los noventa estudiantes de arquitectura del Instituto Tecnológico de Los Mochis.
Era un complejo hotelero que incluía urbanización y planta tratadora de aguas residuales. Sin embargo, el estudio de impacto ambiental desanimó a los empresarios interesados.
Sin embargo, en febrero de 2001 se conoció la propuesta de vender una parte de la isla, se habla de 18 hectáreas, pero hay quienes dicen que eran más a la empresa estadunidense Em2 Group, que a través de su representante, Albert Rosario, había ofrecido un pago inicial de 7.5 millones de dólares al Ayuntamiento para dotar de servicios públicos a la isla.
La difusión de la venta desató un escándalo, que se complicó jurídica y políticamente a partir de la revelación de irregularidades en el proceso de compraventa, que involucraba a destacados miembros de la clase política local.
Fue el caso del entonces regidor panista, José Antonio Gutiérrez Román, cuyo cuñado, Luis Fernando Hays Olea, sería promotor de la empresa, pero las pugnas políticas aparte y el debate sobre la venta de El Maviri crecieron por la falta de información oficial.
Incluso, panistas como Guillermo Padilla Montiel, ex presidente de la Canirac, interpuso un amparo en contra de la venta, ya que según él no se sabía quienes eran los verdaderos inversionistas.
Se habla, argumentaba, de vender 18 hectáreas y media, pero luego se dijo que no se están contando las vialidades y los espacios abiertos y sólo unos cuantos privilegiados tenían la información.
Además había una confusión legal, porque el Cabildo aprobó la venta y no quedaba claro si la decisión final correspondería al Congreso local o el decreto de 1970, que amparaba la determinación municipal.
El entonces Gobernador Juan S. Millán, de plano se deslindó.
"Los detalles los tiene el municipio, que tiene la responsabilidad", dijo en marzo de 2001.

Progreso o fatalidad

Con la inversión en El Maviri la población veía con fatalidad su suerte. A pesar de las promesas de empleo, muy pocos creían que el desarrollo turístico traería beneficios.
Ya les había pasado con la gran apuesta de Francisco Labastida: Topolobampo, el centro portuario más importante del país, inaugurado como tal en 1991 por Carlos Salinas de Gortari.
A la distancia, los pobladores reconocen que efectivamente, Topolobampo tiene ahora un movimiento portuario mayor que el de Mazatlán o el de Guaymas.
Pero el desarrollo, en el cual se instalaron plantas de Cemex, de Fertimex, la termoeléctrica, y la Administradora Portuaria Integral, y se amplió Pemex, trajo otra realidad.
La flota camaronera, que era la más importante a nivel nacional, se cayó. Los esteros desaparecieron y con ellos, los pescadores afiliados a la Federación de Cooperativas de la Industria Pesquera del Norte de Sinaloa y Sur de Sonora, que en su época de bonanza llegaron a tener una flotilla de 5 mil lanchas, ahora, no queda más que un puñado.
Del pasado glorioso sólo quedan pilas de lanchas oxidadas a un costado del pueblo, que desde el observatorio que está en el camino de la termoeléctrica presentan una triste imagen.
Será por eso que si se hubiera vendido la playa, a unos 15 minutos del centro portuario, los únicos beneficiados serían los inversionistas, dice finalmente Padilla Montiel.

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