domingo, 21 de marzo de 2010

El periodismo, contra el 'chip' colonial




El subdirector de Relaciones Internacionales del diario El País advierte que falta poco para que los periódicos impresos se vengan a 'pique' en Latinoamérica, como sucede en Estados Unidos y Europa

Silber Meza

Miguel Ángel Bastenier
Periodista

Parece que todo el tiempo discute con él mismo.
Miguel Ángel Bastenier, un inconforme del periodismo lo sentencia desde su llegada: "traigo malas noticias".
Falta poco para que los periódicos impresos se vengan a pique en Latinoamérica, como sucede en Estados Unidos y Europa.
El pájaro de mal agüero diserta su conferencia magistral en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México. Se trata de una plática sobre su nuevo libro "Cómo se escribe un periódico, el chip colonial y los diarios de América Latina". Es la figura principal del reencuentro de becarios del Programa Prensa y Democracia.
"El hombre occidental se levanta por la mañana y sale a la calle. En la acera cerca de su casa se acerca a una estructura llamada kiosco y a cambio de unas monedas recibe un fajo de papel llamado periódico", relata.
"Este gesto que, a grosso modo, comienza en el siglo 20 y que ha venido realizando en millones de casos, todos los días, todos los días, desde 1995, el número de personas que hacen esto disminuye".
Y disminuye porque el Internet ha ido ganando terreno. El pronunciamiento más fuerte se resiente en los países desarrollados porque es ahí donde hay más acceso a la web. En Latinoamérica se avanza hacia allá.
Pero el medio por el cual se informa, sea impreso o digital, no es el verdadero problema, sino los contenidos que en éstos se exponen.
En América Latina, analiza el español que escribe para el diario El País, que participa como maestro de la maestría en periodismo del mismo periódico, y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, los periódicos no han involucrado a las clases medias.
No lo han hecho porque nunca le han prestado atención a sus necesidades: se han conformado con periódicos pequeños para públicos pequeños.
"El periódico de hoy en día tiene que ser el electrodoméstico número 17 de la casa", advierte.
Lo dice así para destacar la utilidad de los contenidos. En toda latinoamérica, salvo Buenos Aires, se escribe un periodismo colonial. Un periodismo para aristócratas al que no se le entiende, con lenguaje complicado, sin contexto internacional, con el uso abusivo de las comillas, oficialista, superpolitizado.
Cuando se refiere al oficialismo no sólo lo dice por la información gubernamental, sino por toda la que generan las organizaciones gremiales, no gubernamentales, privadas.
En los periódicos se permite que sean intereses externos, de grupos, los que imponen la agenda del diario, cuando la debería marcar la sociedad, el ciudadano de clase media: el gran público ignorado.
"El lenguaje de la Colonia no se ha ido. Ese periodismo mal hecho, aristocrático para aristócratas; el chip colonial hace periódicos pequeños para públicos pequeños", explica.
Y es que le llama colonial porque se reproduce lo que dicen los patrones, los hombres fuertes, los conquistadores, en vez de difundir lo que necesita la gente, la masa "clasemediera", como sí lo logra el diario El País, en España.
Ese día la Universidad Iberoamericana transmitió su conferencia por Internet. Afuera del salón galletas con café.
Bastenier es un tipo entregado al periodismo. Su gusto por los tacos de guisado que comió al final de la conferencia en un almuerzo invitado por la Ibero explican el sobrepeso.
Las canas toman sentido al saber de su entrega al oficio, además de sus dos divorcios y tres matrimonios.
Tras la conferencia presentó su libro en Casa Lamm, en la Colonia Roma. Ahí fue entrevistado por medios de tiraje nacional. Junto a él, en la mesa, se encontraba Jacinto Rodríguez Munguía, coordinador del Programa Prensa y Democracia, así como Jaime Abello, presidente de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
Entre el público, con lentes de aumento y pelo negro abultado, escuchaba con atención Julio Villanueva Chang, reconocido periodista peruano, director de la revista Etiqueta Negra.
Para Bastenier es claro que un problema del periodismo actual, especialmente de los impresos, es el crecimiento del uso de los medios digitales pero, sobre todo, que no se ha encontrado un plan de negocios lo suficientemente adecuado que pueda hacer que se venda bien el sitio web.
Aunque esto es problema, lo más preocupante es que ahora cualquier persona puede generar contenidos, puede emitir comunicados. En el Internet, el periodista ya no tiene el monopolio de la información, como sucede en el impreso: el periodismo se está desnaturalizando. Los bloggers son consumidores y comunicadores a la vez, muchas veces hacen, bien o mal, las veces de periodistas.
"Hoy en día ese monopolio que hemos tenido desde hace dos siglos se ha muerto. No diré que el periodista puede ser cualquiera, pero el público no tiene porqué saber distinguirlo", afirma.
Y para eso, la única alternativa que se ha encontrado es la generación de marca. Que la gente crea en los contenidos, en la veracidad de éstos por la etiqueta que los genera, por el medio que los difunde.
"No existe al día de hoy un business-plan convincente para que lo que se está perdiendo en el papel se recupere en el digital. Pero hay algo más preocupante que eso, lo que está ocurriendo es la desnaturalización de la profesión periodística", declara.
Una información, siempre, debe contener las "3 D": drama, dinero, diversión. Si esto se logra el lector estará complacido.


"El periódico de hoy en día tiene que ser el electrodoméstico número 17 de la casa".
Miguel Ángel Bastenier
Periodista

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PERFIL
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Miguel Ángel Bastenier

Es licenciado en Historia y Derecho de la Universidad de Barcelona. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la Universidad de Cambridge.
Se graduó en Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid, con énfasis en temas de política internacional.
Desde 1982 es subdirector de Relaciones Internacionales del diario El País, de Madrid.
Bastenier es un maestro de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, con discípulos en toda América Latina.
Ha escrito numerosos libros, entre los cuales se encuentra, El Blanco Móvil, Grandes protagonistas del Siglo XX y prepara un libro sobre El periódico de papel.

martes, 9 de marzo de 2010

Gobierno y narco: la lucha por imponer la agenda periodística



Presentación del informe sobre la situación de la libertad de expresión 2009

Gerardo Albarrán de Alba *

La violencia en México es de náusea, pero sólo parecen padecerla quienes se ven envuelta directamente en ella. El resto de la sociedad intenta por todos los medios reforzar el autoengaño: eso le pasa a otros, como si los otros no fuéramos todos. Lo peor tal vez no sean los asesinatos cotidianos, las ejecuciones masivas, lo que ya es decir mucho. Nadie debería morir así, en la barbarie. Lo verdaderamente grave es que las vidas perdidas en los últimos tres años se han convertido en cifras que ya no alarman. La violencia parece un lugar común; una muerte más o una vida menos es un mero ejercicio de estadística. Una nota más de unos muertos más en una jornada sangrienta más. Eso ya ni siquiera es noticia, y menos si los muertos no son famosos o la masacre del día no es aderezada con una insolente declaración gubernamental.

El año pasado cerró con cifras alarmantes: un ejecutado cada 65 minutos, sin pausa, todos los días. El gremio periodístico también pagó su cuota: el Centro de Periodismo y Ética Pública (Cepet) documentó agresiones contra 183 periodistas y 19 medios de comunicación en el país, por razones vinculadas con su labor informativa. En el mismo lapso, 13 comunicadores fueron asesinados. El informe de Cepet sobre la situación de la libertad de expresión en México: “Gobierno y narco: la lucha por impone la agenda periodística”, registra una realidad a la que ningún medio ni periodista escapa.

Este 2010 no ha iniciado mejor: más de 900 asesinatos tan sólo en enero apuntan hacia el recrudecimiento de la violencia. Para los periodistas no es mejor: tres asesinatos el mes pasado, un secuestro y un colega que debió exiliarse para preservar su vida, son un oprobio.

La descomposición que ha vivido el país a lo largo de la actual administración federal ha colocado a la sociedad mexicana en el fuego cruzado. El número de víctimas inocentes no se agota en los muertos, los heridos, los desaparecidos: incluye la generalizada sensación de indefensión que nos agobia a todos. En medio de esto, los periodistas hacemos nuestro propio recuento de daños y contamos nuestras bajas.

El imperio de la violencia en México no se explica solamente por la disputa del control del crimen organizado, o por la represión legítima del Estado, o por la corrupción que envuelve todo, sino por la impunidad que le caracteriza.

Para la sociedad en general, y particularmente en el caso de los crímenes contra periodistas, la impunidad es una doble victimización: el agravio de la agresión, primero, y luego el silencio o, aun peor, la desacreditación de la víctima mediante la sospecha difamatoria. En Cepet sostenemos que la defensa de la libertad de expresión no implica respaldar actividades ilícitas o antiéticas de medios o periodistas, cuando así llega a ocurrir, pero también reclamamos que ningún crimen debe quedar impune.

Alarman e indignan las hipótesis posibles que expliquen la impunidad en México: o es producto de la ineficacia del Estado para garantizar la seguridad y el acceso a la justicia de la sociedad, o es reflejo de la indiferencia gubernamental, lo que sería aun peor.

En cualquier caso, la sociedad general y la sociedad civil organizada no están inermes, si es que nosotros, los periodistas, nos reconocemos como parte de ellas.

Es hora de que los periodistas nos replanteemos nuestro papel en esta insensata guerra. Ninguna nota vale una vida, eso es cierto, pero tenemos que aprender a administrar los riesgos inherentes de la profesión para eludir la autocensura o para no convertirnos en correo del zar. Nosotros no podemos abandonar a la sociedad que, sin información, agregará a su angustia la carencia de elementos de juicio que le permita comprender la situación que vive y actuar en consecuencia mediante el ejercicio razonado de ciudadanía.

Es hora de que en el gremio periodístico revisemos nuestros estándares éticos. Debemos asegurarnos de brindar una cobertura informativa pertinente para la sociedad, más allá del estridentismo o de las veleidades gubernamentales y del crimen organizado que pretenden utilizarnos como parte de su artillería.

Es hora de que los periodistas, desde los medios, recuperemos la agenda informativa y se la entreguemos a la sociedad.

México, DF, 22 de febrero de 2009

* Gerardo Albarrán de Alba es periodista, miembro del Consejo Directivo del Centro de Periodismo y Ética Pública (Cepet) y director de la revista electrónica Saladeprensa.org (http://www.saladeprensa.org)

lunes, 1 de marzo de 2010